Leyendas Locales- "La Entrada al Inframundo"

Los sacerdotes de toda la región decían que había un lugar en esta tierra que era la entrada al inframundo. Sin embargo, el inframundo no parecía al infierno de la religión moderna, sino que era un lugar de gentes comunes sin castigo y sin dolor. Los españoles, cuando llegaron de conquista, trajeron consigo la idea del infierno. Anteriormente, lo peor que le podía tocar era llegar al nivel común—el lugar donde van todos. Para las personas que morían ahogados o por un rayo, existía el Tlalocan—un espacio en el cielo lleno de felicidad y tranquilidad. Existía también el cielo de Tonatihu, el sol, que se reservaba solamente para dos personas. Los guerreros que morían en batalla y las mujeres que morían en parto. En batalla, uno defendía su pueblo y el bienestar de su población; defendía sus costumbres y sus tradiciones. Las mujeres, al cambio, morían dando vida. Por lo tanto, a estas dos personas se la daba la recompensa más grande—la oportunidad de acompañar al sol cada día. En total, había trece paraísos y un lugar solo donde vamos todos el cual se constituía de 9 niveles.
El ultimo nivel, y el más bajo, era un lugar donde iban los recién nacidos. La religión católica condenaba a estos niños (los que no había bautizado antes de morir) a un infierno de oscuridad y sufrimiento. Acá, existía la creencia de que todo el ser que nacía ya era bendito por el solo hecho de haber estado en la tierra. Por lo tanto, estos niños benditos iban a un lugar específico y especial. En ese lugar había un árbol inmenso y en el medio de este árbol estaba colocado un cráneo enorme. De las hojas del árbol caía leche para alimentar a los niños. Ese era el mundo de los bebés.
Específicamente, esta entrada se encontraba en Mitla. Miles de sacerdotes de todo el país venían a Mitla a rendir curto a la cuidad de los muertos. El nombre Mitla venía de Mictlan—lugar de los muertos. Eran cinco pruebas las que tenían que pasar los sacerdotes para poder llegar a la cuidad.
La primera era combatir contra los cuatrocientos hijos del cielo que vivían en la vía láctea—las estrellas que caían en la mañana y las más brillantes del cielo. Estas estrellas eran hombres sagrados en forma de ángeles—los hijos de Tonatihu, el dios del sol. Su deber era proteger la cuidad de los muertos y bajaban a defender de cualquier intruso al camino hacia Mitla.
La segunda se consistía en cinco perros enormes, y había que engañarlos para pasar. Tal vez pudieran haber sido animales de las eras más primitivas y los últimos habitantes de esas regiones. Sin embargo eran masivos, y si evitara los cinco perros, llegaría a una tercera prueba.
Ésta era la tribu que comía gente. Se decía que era prohibido llegar a la cuidad, y por lo tanto solo los mas aptos, los mas agiles, y los mas valientes podían pasar por el camino. No era un privilegio de cualquiera. En la tercera prueba, los débiles y los enfermos fueron comidos por esta tribu—su castigo por intentar llegar a la cuidad sagrada.
La cuarta prueba era cruzar el rio de la sangre. Rodeando la cuidad Makuilxochitl había un rio gigante con un corriente fuertísimo que ahogaba y revolcaba a la gente. Si uno lograba cruzar el rio, pasaba a la quinta prueba.
La quinta era una prueba de espiritualidad. Existían dardos solares—flechas del sol—con las cuales se veía el alma de los hombres. Los que tuvieran el alma puro entraban a la cuidad de los muertos; los que fueran corruptos o deformados regresaban.

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